Tristeza nao tem fim
Hoy me sentí triste,
muy triste de verdad,
profundamente triste,
como me gusta decir.
Desayuné con el sol
besando mi rostro helado
y con una radio de fondo
que me recordó la infancia.
Escuché esos grandes discos
que me mostraba mi viejo
y que tanto me gustan
porque marcaron mi vida.
Tomé un café exquisito
mientras mi gato recorría,
con su elegante caminata,
los rincones de mi habitación.
Salí con amigos por la tarde
y disfrute de la cultura
viendo a gente que quiero
y, a veces, incluso extraño.
Fumé un tabaco con sutileza,
sentí como desfilaba con pudor
bajando por mi garganta
y besando mis pulmones.
Sentí, en medio del frío,
la calidez de ojos amigos
que no me ven desagradable
o al menos lo ocultan con amor.
Bebí y comí, reí tontamente,
mastique la tarde hasta la noche,
recibí el ocaso del día
con la mejor compañía.
Volví a casa y escuché,
junto a mi viejo, los rolling,
volví a mis noches infantiles
de domingos con mi padre.
Cené en el calor del hogar
la comida casera que mi vieja
con tanto amor prepara
y vi a mis hermanas reír.
Y, sin embargo, estoy triste,
triste, desesperadamente triste,
irremediablemente triste,
y eso está bien, muy bien.
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