Manga de hijos de puta me dieron justo en el corazón

Tengo una teoría que dice que toda la poesía está en mi contra 

se la conté a una chica tan linda como loca

y me dijo que soy egocéntrico, paranoico y creído

que nadie está en mi contra y que tengo que dejar de explicar cosas

que la gente conoce lo que yo intento explicar como novedad 

que no está bueno ser como soy.

 

le respondí que, claramente, ella está en mi contra 

que valoro sus consejos pero que no los voy a tomar

que no los desprecio, aunque sea una agente enviada por mis enemigos, que son muchos, 

sino que creo, humildemente, que las chicas lindas me odian

además, le dije, no es mi culpa tener razón, en todo caso,

la culpa la tiene ella, por escucharme.

    La toma de las universidades duró tres noches y como cien días. Algo así, no me gusta exagerar. En el medio pasaron varias cosas, ninguna podría considerarse un resultado. Lo que voy a escribir a continuación es algo así como crónica personal, no es ni una crítica (aunque seguro haya insultos) ni una respuesta (aunque seguro miento que yo sabía todo lo que iba a pasar). Pido disculpas de antemano a todos aquellos a quienes les falte el respeto en las líneas que siguen, sobre todo por nombrarlos, pero creo que es muy importante hacerlo. Empecemos por el principio. El día de la asamblea general, un par de rockeros bonitos, educaditos, con grandes gastos vinieron a pedir ayuda porque se había mandado a tomar una facultad sin meditar lo suficiente. También logramos hacer enojar a media facultad con una palabra. Todo marchó según lo planeado, ese debió ser el síntoma a tener en cuenta.

    El lunes empezó la toma: tomamos, planeamos, organizamos y craneamos. Los genios del voto acompañaron y los enemigos fueron derrotados. Se plantearon listas de nuevos enemigos ideológicos, de aliados estratégicos y de nuevos integrantes en el club de mi corazón (es una frase robada, obvio). Los nuevos enemigos ideológicos fueron: los troskos, cualquiera que cuestionase el régimen de nuestra delegada, los de artes, los que banalizaron la toma, los que se la tomaron muy en serio, los que puteaban por las redes, los que nos decían qué hacer, los incels, los que pensaban esto como una aventura y los que no se dormían temprano. Los aliados estratégicos fueron: los de letras, algunos de la bolivar, las de psicología (porque todos saben que los varones no estudian esa carrera), los no docentes, el dengue, los aires acondicionados, el repelente, la cátedra 102, el wifi de la facultad, el kiosko que abría hasta las 21, los de artes, los colchones inflables y el talco. Los nuevos ingresantes del club de mi corazón fuimos nosotros, no hace falta nombrarnos, ya sabemos quienes fuimos.

    Al final de la primera noche la angustia pateó la puerta, miramos por la ventana y supimos que no sabíamos. Miramos por la ventana de la 102 y entonces lo vimos: Miller bajó del cielo acompañado por dos Conans angelados, entre la maleza estaba Robin (me refiero al compañero de Batman, no sean mal pensados) arrodillado con los brazos abiertos y mirando al cielo. Lagrimas caían por sus mejillas. Cuando el presidente estuvo lo suficientemente cerca lo miró con ternura lasiva y le dijo: “o sea digamos ¿te parece bien 47 cm?”. Quizá la crisis llegó muy rápido, pero sabíamos que no sabíamos y que los otros, que no debían darse cuenta de nuestra ignorancia, porque se apoyaban en nosotros, estaban empezando a descubrir que no sabíamos lo que se suponía que debíamos saber.

    Para la segunda jornada se plantearon objetivos que se volvieron rápidamente medios para fines. Mi compañero no pudo estar, pero logré levantar las cosas igual. Planes de lucha, operetas, gente que cree que puede o debe operar. Ese día di una clase pública sobre Foucault y los alumnos me miraban como si les importara que todo se esté pudriendo bajo sus pies. Recuerdo mi desesperación. Intentaba locamente penetrar en sus mentes con un mensaje profundo, por momentos sentía que hablaba a los gritos sobre cosas que no tienen importancia. Ellos decían que si con la cabeza. Espero que no me odien por haber intentado hablarles de política, no pude evitarlo. Cuando la noche se hizo inevitable los pasillos de la facultad se me hacían cada vez mas estrechos, no quería sacar ninguna foto, era un mensaje directo a mi retina y debía morir ahí. Decidí que debía cagarme en lo simbólico. Hice guardia hasta las 3:37 de la mañana, en el medio hablé y molesté a gente, robé cigarrillos y corrí. Me fui cuando me di cuenta que algunas charlas giraban en torno a mí, me sentí culpable, siempre pasa lo mismo y algo debo hacer para que no suceda más. Me acosté en el catre y, mientras todos dormían, miré por la ventana de la cátedra, congelé la vista durante varios minutos pero nada pasó. Intenté acompasar mi respiración con la de los demás pero no tuve éxito. Luego la noche terminó.

    El tercer día fue el peor, había dormido dos horas (supongo), me hice un café que no pude tomar, luego intenté inscribirme en un concurso pero no pude, debíamos organizar las clases públicas. Mi celular se destruyó. Un pizarrón que pesaba demasiado me dividió la espalda en fragmentos débiles. Roto, como mi celular, tuve que ir a hablar con la policía. Anotaron mi nombre y dni en un chat de whatsapp lo cual me hizo reír. Nunca sentí miedo a la policía y eso me trajo muchos problemas, ojalá alguna vez pueda cambiar eso. El comisario no parecía mal tipo, le vi cara conocida pero no creo ubicarlo. Cuando volvimos los troskos la estaban troskeando y yo estaba al borde del abismo. No recuerdo que almorcé, tampoco que hice, solo sé que mi cabeza empezó a girar en sentidos contradictorios. Por momentos me hablaban y era como ruido blanco. Fui, creo, a 86.384.362 reuniones, hablé con 61.263.821 personas, pensé 93.482.394 planes y ejecuté, al menos, 2. Había que decidir y votar la posición a plantear con los docentes, decir que habíamos estado aguantando sin saber bien para qué y una amiga también propuso hablarle a los egresados para pedir su ayuda. A la noche los nodos (nombre técnico para no docentes) fueron el protagonista, no querían abrir la facultad, yo corría por los pasillos buscando gente, hablando por teléfono, pensando qué hacer. Al final terminamos comiendo choripanes.

    Mis recuerdos son difusos, sé algunas cosas que escribí, sé que el 8 de Octubre, robándole a Contrareforma escribí: Está claro cuál debería ser un renovado rol de Cande Segli en este escenario: abandonar sus convicciones liberales y convertirse al comunismo maoísta, reunir a los entusiastas, transmitir la promesa íntima del éxtasis político, secuestrar a Milei, enjuiciarlo por stream, encontrarlo culpable, ejecutarlo en vivo y encender la chispa de la revuelta social. Solo así podrá trascender sus limitaciones y convertirse, finalmente, en nuestra verdadera y eterna estrella dirigencial. Tenía razón cuando escribí eso. También sé que durante la toma, en alguna de las noches, el Gallego nos mandó un cuento que luego leyó en una clase pública, el final dice lo siguiente:

Pablito, son todos virtuosos, vamos con alguno que esté más de humor. Llamemos al campo…

¿Hola, Javier, Teo, Cande? Soy Lionel Scaloni

Ustedes son imprescindibles, estudiando y empujando el país…

Loco no sé ustedes pero qué onda? el país nos viene empujando para atrás…

Pero con sus ganas vamos a ser un gran equipo…

Sí, claro, cebollitas contra alemania, nos mandan la delantera de infantería, el mediocampo rati…

Y yo mujer tengo encima que soportar a estos. 

Pero… comandante Segli! respondemos sólo a usted…

Ok tarados. Son mi ananke, palabra griega nuestra para el destino, vinagre del tiempo.

Che Pablo, ésta es mejor DT que yo… 

Sí Lionel, espero que nos convoque.

Lloré sin llorar mientras leía eso, me reí a las carcajadas también. Estuve las noches del 14, 15 y 16 de Octubre, el 17 fui a la marcha, y el 18 tuvimos otra asamblea, una de las 600 que ya tuvimos este mes. El 19 me levanté y escribí esto. Ayer uno de la CEPA me dijo, entre chicanas, "tienen que votarnos si quieren voces nuevas en el cuefyl", y yo, lejos de pensar en su marco político o sus conflictos ideológicos, solamente me repetía mentalmente: "ya no hay voces nuevas, loco, ya está todo dicho, nada es nuevo". No estamos haciendo la revolución, no tengo muy en claro qué estamos haciendo, sé que hacemos algo y que eso ya es bastante, sé que en el medio me dieron justo en el corazón. En un buen sentido, ojo, en un sentido que me permite olvidar la exactitud del transcurso del tiempo, pero que no me deja olvidar lo que es y lo que fue. Lo importante en este balance es que no importa mucho nada, pero importa que somos muchos los que nos movemos en contra de la nada, que aunque parezca que nada hacemos es importante saber que a nada tememos. En fin, viva la universidad pública, mueran los salvajes libertarios y que, en medio de este quilombo, nos una al menos el espanto.

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