Empieza a escribir
Soy un ladrón: de letras, de palabras, de títulos e ideas. Entre mis fechorías hay una que se me ha vuelto costumbre. Hablo, por supuesto, de escribir. Pero no es él único crímen que cometo, quizá sí sea el más grave de todos. Ahora me encuentro ante el peor de los tribunales. Estoy ante la posibilidad de ser leído y por lo tanto juzgado.
En este texto, el primero de muchos (o al menos eso espero), voy a tratar de exponer mis alegatos. No tengo más abogados que letras bailando en mi cabeza y la posibilidad fantástica que la era web me ofrece de ser impunemente visible al mundo. Sé que se me acusa de cosas graves, quién escribe lo hace porque asume saber algo que merece ser compartido o, al menos, decir algo que merece ser escuchado. Quiero, por eso, afirmar que yo no afirmo nada, enuncio la falsedad de todos mi enunciados y aclaro lo inverosímil de todos mis argumentos. Solamente debería cargar con la culpa que supone la veracidad de mis poemas que son, claramente, ficciones.
Si se me puede culpar de algo es de jugar impunemente con el orden de las palabras, de no saber callar frente al papel y de tener el descaro de mostrar de manera exhibicionista mis escritos. ¿Pero no soy acaso una víctima? Claro que sí, está frente a nuestras narices, no escribo porque quiero, lo hago porque las circunstancias no me han dejado más opción que recurrir a esta vil virtud para sobrevivir. Señoras y señores, yo soy un víctima de la sociedad, nací en el escalafón más bajo de la expresión y, para peor de males, falto de talento. ¿De que se me puede culpar, que harían ustedes en mi lugar?
Mi culpabilidad recae solamente en en pensar que algo de lo que escribo merece ser leído. No quiero minimizar esto, es lo más grave de todo. Me da vergüenza este crímen y defenderme de él es una empresa apabullante. Pero déjenme decirles que tampoco soy la bestia culpable que creen, soy una vez más y como en casi todo de lo que soy responsable, una víctima. En esta ocasión la sociedad no es mi verdugo, el verdugo soy yo. ¿Por qué soy víctima de mí? Porque pienso, y al pensar lamentablemente ejerzo mi rol de individuo o sujeto. No importa el término frances que les guste usar, lo que queda claro es que cuando pienso desarrollo un yo, un yo que piensa, y eso es brutal. Lamentablemente mis pensamientos me llevan a asumir que algo he de saber y que eso tiene valor. De allí que deje registro escrito de esa ingenuidad cognitiva. Así es, soy víctima de mí mismo, lo cuál implica claramente que soy víctima del principio de individuación. ¿Y quién es el culpable, en última instancia, de que exista el principio de individuación y se me haga presente en mis facultades mentales? Ciertamente el individualismo, podríamos acordar. ¿Y quien exacerba el individualismo más brutal? En efecto, el capitalismo. ¿Y a dónde hallamos la máxima expresión del capitalismo individualista y desenfrenado? Es claro que en el siglo XXI, que es sin dudas el más posmodeno e idiota de todos los siglos. Por lo tanto, señores jueces y juezas, soy una víctima de mí mismo por culpa del capitalismo posmodeno que, en definitiva, es la sociedad.
No tengo nada más que decir ni escribir, por ahora. Creo que me defendido bastante bien teniendo en cuenta los límites de mi estupidez. Es una lastima que siga pensando, pero me resulta inevitable eso de tener la razón y que la razón me tenga a mí. No puedo subirme a mi ego y saltar porque sufro de pánico a las alturas, así que voy a rondar este siglo unos días más. Pero algo sé y porque sé lo siguiente es que escribo: el saber no vale ni sirve para nada, pero es hermosamente necesario.
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